(Mapuespress).- 02/03/2018.- Escrito por Isabel Cañet Caniulen y Millaray Painemal Morales
“La palabra feminismo me
violenta, prefiero hablar más de equilibrio entre hombres y mujeres, con
la comunidad, con la naturaleza, eso no lo entienden las mujeres
winkas y quieren venir a salvarnos con sus ideas feministas, yo les digo
porque no se salvan ellas mejor.” (Mujer Mapuche, 2013)
Para la mayoría de las mujeres Mapuche que
hemos nacido, vivido y transitamos entre nuestras comunidades rurales,
el concepto de feminismo que se escucha en el último tiempo nos parece
ajeno y aun no logra encajar con nuestra realidad.
En la actualidad, como mujeres mapuche y
parte de un pueblo vivimos en un contexto marcado y atravesado por el
racismo que forma parte de un entramado de violencias, siendo una de
estas la violencia estatal que impide tener una vida en equilibrio y
armonía con nuestra madre tierra, esta última amenazada constantemente
por el gran capital.
Advertimos; que con estas reflexiones no
queremos idealizar en ningún caso la sociedad mapuche, ya que estamos
claras que, al interior de nuestras comunidades como en el medio urbano,
están ocurriendo diversas situaciones de violencias, problemáticas de
las que debemos hacernos cargo como pueblo, enfrentar de manera
colectiva y en este proceso las organizaciones de mujeres mapuche
tenemos mucho que decir y aportar.
La violencia intrafamiliar, la salud sexual
y reproductiva, entre otras temáticas, motivaron el surgimiento de
organizaciones de mujeres mapuche durante la década de los años noventa
en Chile. Muchas de estas organizaciones, recibieron apoyo del estado, a
través de proyectos económicos, que ayudaron en alguna medida a mejorar
sus condiciones de vida; en otros, provocó la desarticulación de la
organización. Hoy en día, las mujeres jóvenes se están organizando en
colectivos y redes para visibilizar diversas situaciones como la
violencia estatal y la de género.
La lucha ha sido constante y un largo
caminar para mantener viva la cultura y tradiciones, negándonos a
desaparecer; para esto hemos sido las promotoras históricas en
transmitir la lengua a los niños y niñas con el objetivo de preservar
nuestras propias formas o el küme mogen. Aunque hoy nuestro Mapuzugun,
merece el esfuerzo de todos y todas, ya que su situación es crítica y
necesita de acciones urgentes para seguir existiendo, ya no es un rol
especifico de las mujeres.
En el actual contexto de neoliberalismo el
establecimiento de alianzas es fundamental, esto fue lo que motivó a
lideresas mapuche el año 1998 a ser parte y conformar la primera
Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas, ANAMURI, espacio en
el que confluyen mujeres campesinas y mujeres indígenas de todo el país y
que forma parte -a su vez- de la Coordinadora Latinoamericana de
organizaciones del campo CLOC y de Vía Campesina a nivel mundial
Al interior de estas instancias
internacionales, se encuentra en proceso de construcción la propuesta de
“Feminismo Campesino y Popular” que se inicia en el V Congreso de la
CLOC realizado en Ecuador. Frente a este planteamiento, las mujeres
indígenas han manifestado no sentirse representadas y han manifestado
sus desacuerdos, los cuales no han sido bien recibidos y ha generado
ciertas tensiones. Las mujeres indígenas han apelado a que se reconozca
su propia forma de pensar y a restablecer elementos como el equilibro y
la complementariedad, que se encuentra presente en la cosmovisión.
No obstante, estas alianzas deben respetar
sus particularidades como mujeres que son parte de un pueblo y desde
aquí construir y establecer diálogos horizontales, de respeto a sus
voces y miradas y ayudar a construir nuevos mundos.
El caso de ANAMURI no es aislado, debido a
que, en las redes de mujeres en Chile, existe una idealización de la
lucha de las mujeres indígenas y un interés constante por influir con la
ideología feminista, en la mayoría de los casos, desconociendo aspectos
propios de nuestro pueblo, como nuestra historia, situación actual,
diversidad interna y nuestras demandas sociales y políticas. Es desde
ahí, donde nos ha surgido un cuestionamiento compartido a quienes
escribimos esta reflexión ¿Cuánto aporta abrazar un feminismo “a la chilena” u occidental a nuestra lucha de pueblo?
Como parte de la diversidad interna, han
surgido -en el último tiempo- grupos y colectivos de mujeres mapuche que
se declaran abiertamente feministas, preferentemente en zonas urbanas y
una de sus luchas se orienta contra un patriarcado de muchas caras que
se manifiesta tanto en la sociedad chilena, como en la mapuche.
En tanto, para algunas mujeres con fuerte
arraigo en nuestras propias comunidades y que estamos transitando
constantemente entre estos dos mundos mapuche, urbano y rural, el
concepto de feminismo no ha sido uno con el que nos podamos identificar
plenamente, aunque lo hemos estudiado y analizado; sino más bien, lo
hemos incorporado como herramienta, una especie de prisma con el que
podemos analizar nuestras propias realidades. Reconocemos sus aportes a
la emancipación de las mujeres a nivel mundial, pero a nivel “nacional”,
local, nos sigue generando ruidos.
Es necesario decir que nuestras
experiencias con mujeres feministas chilenas no ha sido de las mejores,
-ya que desde sus miradas- nos ven como “pobrecitas indígenas” a las que
hay que salvar de sus patriarcados indígenas. En otros casos,
engrosamos sus organizaciones como componente folclórico, siempre dentro
de una relación jerárquica, que no deja de ser colonial y hemos
vivenciado, en carne propia, experiencias de racismo y discriminación de
parte de mujeres feministas que sostienen un buen discurso y liberador,
pero lleno de contradicciones en relación con nosotras, las mujeres
indígenas, en particular las Mapuche. A la triple discriminación
entonces; por ser Mapuche, por ser mujeres, por ser de origen humilde,
podríamos evidenciar esta cuarta “la discriminación en el propio
movimiento de mujeres”.
Es por eso que debemos mirarnos entre
nosotras y cuestionar nuestra propia realidad. Estamos conscientes de la
situación de violencia interna que sufre nuestro pueblo; la que se
manifiesta en diversos espacios y en diferentes maneras, por lo que es
urgente trabajar para cambiar esta realidad, pero estos cambios deben
ser realizados por nosotras mismas, a través de una agenda propia (no
prioridades impuestas), donde no podemos obviar nuestra identidad;
nuestra lengua, el territorio y las demandas de autonomía y
autodeterminación, es decir, “la reconstrucción de nuestro pueblo
Nación”, pues es precisamente esto lo que nos hace distintas a las
mujeres occidentales; son ese arraigo identitario y nuestra
responsabilidad política de contribuir a avanzar en esa lucha colectiva,
como mujeres que constituyen parte de un pueblo, los motivos por los
que no podemos renunciar a luchar por demandas colectivas o nacionales
Mapuche, en pro de demandas individuales o sectoriales como género. Lo
que debemos hacer, es más bien complementarlas, ninguna en desmedro de
otra, lo que sin lugar a dudas lo hace más complejo aún, pero que
constituye parte fundamental del proceso de descolonización.
El feminismo occidental sigue una agenda
global y será útil siempre y cuando lo adaptemos a nuestra lucha
política propia, en tanto mujeres mapuche en busca de la autonomía
política-territorial y colectiva como pueblo. No podemos abrazarlo sin
cuestionar su base ideológica y su agenda, que nos imponen prioridades
constantemente.
Abrazar este feminismo sin cuestionarlo,
nos parece peligroso; la colonialidad y el patriarcado no desaparecen
por trabajar “entre mujeres” y es responsabilidad nuestra cuestionar y
buscar aportes que contribuyan a conformar una sociedad Mapuche
respetuosa internamente. La autonomía mapuche no se puede concebir sin
el bienestar de las mujeres que componemos este pueblo, van de la mano,
ya no dejaremos que sea de otra manera.
Por lo tanto, es necesario que los
movimientos feministas, den un paso mayor donde primero hablen y se
hagan cargo de sus privilegios (en muchos casos participan de un
movimiento emancipador, pero en sus casas las que siguen limpiando son
mujeres indígenas) y aborden el racismo que se encuentra presente en sus
acciones cotidianas y, por, sobre todo, que dejen de pensar por
nosotras e imponernos su agenda política e ideológica en nuestro
territorio, Wallmapu.
-Millaray Painemal Morales, activista
mapuche. Socia fundadora de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e
Indígenas, ANAMURI. Hoy coordina la Red de Mujeres Mapuche TrawunpuZomo
de Cholchol, Novena Región. Historiadora, Master en Género y
Desarrollo, milita en Wallmapuwen.
–Isabel Cañet Caniulen, mujer
mapuche, activista. Oriunda de la comunidad Ramón Tromilen de Ineicue,
LofMapuHuilio, Freire, Wallmapu. De profesión Contadora Auditor,
diplomada en Derechos de pueblos indígenas y Magister en Sistemas de
Gestión de la Calidad, milita en Wallmapuwen.