(Mapuexpress).- En
la actualidad nos vemos enfrentados a una serie de amenazas que atentan
contra nuestro bienestar como seres humanos, generadas por la
implementación de un modelo extractivista de recursos naturales que
aplica malas prácticas productivas y no tiene consideración con los
habitantes locales. Los seres humanos debemos entender que nuestro
bienestar depende del buen funcionamiento de los ecosistemas, por lo
tanto, se debe desarrollar una gestión a escala territorial que permita
la sustentabilidad de la vida humana en el planeta. En este contexto, la
restauración de bosques es fundamental para recuperar funciones
ecológicas tan importantes como la regulación de caudales y la
protección de suelos, que nos permiten disponer de agua pura de manera
constante en el tiempo.
Por Cristián Frêne Conget / resumen.cl
La
restauración ecológica es una actividad deliberada que inicia o acelera
la recuperación de un ecosistema con respecto a su salud, integridad y
sostenibilidad. Puede ser entendida como un proceso, que altera
intencionalmente un sitio para (re)establecer un ecosistema. La meta de
este proceso es imitar la estructura, función, diversidad y dinámica del
ecosistema que se desea restaurar. Existen al menos tres formas de
trabajar sobre un área degradada: recuperar, volviendo a cubrir de
vegetación la tierra con especies apropiadas; rehabilitar, usando una
mezcla de especies nativas y exóticas para recuperar el área y;
restaurar, estableciendo en el lugar el conjunto original de plantas y
animales con aproximadamente la misma población que antes.
La
primera pregunta que emerge es obvia, ¿Por qué es necesario restaurar
los bosques? Estudios científicos de diversas partes del mundo indican
que la vegetación actúa sobre el suelo desarrollando capas de hojarasca
de alto contenido orgánico (figura 1), que contribuyen al desarrollo de
una micro y macro fauna abundante y diversa. Los sistemas de raíces en
los bosques son extensos y relativamente profundos en comparación con
los cultivos agrícolas y pastizales. En conjunto, estas condiciones
biológicas favorecen suelos con macro porosidad alta, baja densidad
aparente y altas tasas de conductividad hidráulica e infiltración. En
consecuencia, el escurrimiento superficial del agua, que provoca erosión
del suelo, es poco frecuente y la mayor parte del agua de lluvia se
mueve por flujo subsuperficial (por las capas del suelo), donde la
absorción y ciclaje de nutrientes y los procesos de adsorción de
contaminantes son más rápidos. Debido al predominio del flujo
subsuperficial, las crecidas se moderan y los flujos base se distribuyen
en el tiempo. En síntesis, los agentes biológicos, químicos y las
características físicas de los suelos forestales son especialmente
adecuados para la captación de agua proveniente de las lluvias y la
posterior entrega de agua de alta calidad a las vertientes, esteros y
ríos, moderando el flujo hidrológico y proporcionando hábitats
terrestres y acuáticos diversos. Por lo tanto, los estudios científicos
concluyen que las fuentes de agua dulce más sostenibles y de mejor
calidad en el mundo se originan en los ecosistemas forestales naturales.
Posibilidades y obstáculos
En
el contexto actual de Chile es necesario evaluar las posibilidades
reales de restaurar los bosques, para lo cual es importante realizar un
análisis al menos desde dos puntos de vista: político/legislativo y
técnico/científico. Respecto al primero, los antecedentes son poco
alentadores, ya que la legislación chilena no tiene herramientas
concretas y prácticas para realizar restauración boscosa. Para ilustrar
este punto basta con decir que la Ley de Recuperación del Bosque Nativo y
Fomento Forestal demoró más de 15 años de tramitación en el Congreso,
para terminar siendo un cuerpo legal limitado y altamente engorroso al
momento de su aplicación, que después de más de 5 años de aplicación no
ha producido ningún efecto real en la recuperación de los bosques.
Además,
para nadie es un misterio que tanto el Estado como las empresas
privadas del sector forestal fomentan la instalación a escala industrial
de monocultivos forestales de rápido crecimiento con especies exóticas,
como el pino y el eucalipto, que nada tienen que ver con un bosque.
Resultado de esta política no explícita, que se impulsó a partir de los
primeros años de la Dictadura generando una Ley (D.L. 701 en 1974) que
subsidia la forestación de monocultivos exóticos, la privatización de
las empresas forestales del Estado y el debilitamiento del rol
fiscalizador del Estado, hoy tenemos 3 millones de hectáreas de
monocultivos en el centro sur de Chile. En este contexto, se produjo una
alta concentración de la propiedad de tierras e industria en un par de
poderosos grupos económicos (CMPC de la familia Matte y ARAUCO de la
familia Angelini), que hasta el día de hoy entregan las directrices de
“lo que se debe hacer” en Chile en materia forestal. Bajo este
escenario, los bosques nativos han sido relegados al olvido, sin una
política estatal que fomente su buen uso y utilizados de mala manera
para abastecer de leña a los hogares del sur de Chile, bajo una
informalidad de la que nadie se hace cargo. El resultado es evidente, un
alto porcentaje de los bosques nativos se encuentran degradados y la
valoración de la sociedad respecto a este tipo de ecosistemas es muy
baja.
Respecto
al punto de vista técnico/científico, es importante señalar que para
realizar restauración de bosques es muy importante conocer y entender el
funcionamiento de estos ecosistemas, con el fin de proponer medidas
efectivas que permitan recuperarlos. La investigación científica en este
ámbito no es muy abundante en Chile, pero la preocupación desde el
mundo científico ha ido en aumento en las últimas dos décadas. En el
plano internacional, existe abundante información emanada desde
investigaciones realizadas en diversas partes del mundo, pero es
necesario entender que cada ecosistema tiene sus particularidades, que
responden a condiciones climáticas y geológicas propias de cada rincón
de la Tierra. Por lo tanto, si bien existen patrones y mecanismos
ecológicos que permiten entender el funcionamiento general de los
ecosistemas, no podemos extrapolar los resultados o importar recetas de
restauración aplicadas en otras partes del mundo; pero sí podemos
aprender de los procesos que se llevaron a cabo.
Es
importante destacar en este punto que existe otro conocimiento, que
pocas veces es valorado por la academia y el mundo político, que es el
conocimiento de las personas que habitan los territorios y dependen de
los bosques para su subsistencia. Este conocimiento es de larga data, ya
que por miles de años los Pueblos Originarios mantuvieron una relación
más o menos equilibrada con su entorno, y desarrollaron un sistema de
conocimientos basado en la observación y la experimentación a través de
la prueba y el error. Existe además un conocimiento menos extenso en el
tiempo, pero valorable, que se forjó en manos de campesinos y colonos
que han utilizado el bosque en los últimos 200 años de historia de
Chile. Si bien, este uso más reciente es una de las causas principales
de la degradación y destrucción de bosques, no podemos obviar que para
poder eliminar un bosque primero debemos conocer sus estrategias de
subsistencia. Entonces, es importante tomar este conocimiento y, en
conjunto con la academia, avanzar hacia una comprensión integral que nos
permita realizar la restauración de los ecosistemas boscosos.
¿Cómo podemos hacer restauración bajo el escenario actual?
Entonces,
¿cómo podemos hacer restauración bajo el escenario actual? La pregunta
no es fácil de responder, pero he aquí algunas ideas. En primer lugar
debemos entender que si no existe una valoración por parte del mundo
político no podemos esperar que los cambios vengan “desde arriba”, por
lo tanto la primera idea es generar experiencias de restauración a
pequeña escala, desde los habitantes de los territorios, las que
posteriormente pueden ser utilizados como “unidades demostrativas” que
permitan convencer a la autoridad a través de los hechos, y no de las
palabras. La segunda idea es que este trabajo se debe realizar con la
participación de diversos actores de la sociedad, donde las distintas
formas de conocimiento ecológico y valores deben dialogar para entregar
soluciones válidas y socialmente aceptables para resolver los problemas
socio-ecológicos relacionados con los bosques. En este sentido, tanto
los habitantes locales (pueblos originarios, campesinos, entre otros),
las organizaciones sociales afines y la academia deben participar en un
esfuerzo conjunto y decidido para enfrentar este desafío.
Lo
más relevante al momento de iniciar un proceso de restauración es
aplicar los conocimientos de manera adecuada, para lo cual es
imprescindible generar un plan de restauración, que contenga los
objetivos de restauración, las técnicas a utilizar, una planificación de
acciones para cada etapa y un sistema de seguimiento o monitoreo.
Respecto a los objetivos, debemos plantearnos qué lugar queremos
restaurar y para qué, ya que de otra forma podemos tomar decisiones
acertadas en relación a la técnica, pero equivocadas en cuanto al
resultado deseado. Las técnicas a utilizar son fundamentales, porque en
función del objetivo planteado debemos elegir las acciones sobre el
suelo y la vegetación que nos permitan recuperar de mejor forma la
composición, estructura y función del ecosistema deseado. La
planificación nos permite ordenar las acciones en el tiempo y considerar
el esfuerzo necesario en cada etapa, evitando generar situaciones de
estrés que afecten el buen desempeño del proceso de recuperación.
Finalmente, tener un plan de seguimiento o monitoreo es fundamental para
evaluar si las acciones que llevamos a cabo son las más adecuadas y si
cometemos errores aprender de ellos. En síntesis el proceso de
restauración debe responder a un ciclo, donde definimos objetivos y
actividades, aplicamos técnicas y evaluamos resultados para considerar
mejoras.
En
Chile no abundan las iniciativas de restauración, pero se pueden
entregar algunos consejos prácticos que permitan a cualquier persona o
comunidad avanzar en este tema. Es importante entender que en un proceso
de restauración los resultados no son inmediatos, y se debe tener
paciencia para recuperar los ecosistemas degradados, lo que puede tomar
varios años.
Lo
primero, después de elaborar el plan de restauración, es elegir las
especies vegetales indicadas y las técnicas de conservación de suelos.
En general es deseable iniciar el proceso de restauración con una mezcla
de especies rudimentarias, con bajos requerimientos de agua y
nutrientes y alta tolerancia a condiciones climáticas adversas, donde
especies como el notro o ciruelillo, el radal, el maqui, la murta y el
coihue, entre otras, son muy efectivas para el centro sur de Chile. La
exclusión del ganado es fundamental en los primeros años del proceso, ya
que de otra forma los animales pisotean y ramonean la vegetación,
además de compactar el suelo, estancando o arruinando el proceso.
También es importante entender que muchas plantas pueden cumplir un
efecto “nodriza”, que básicamente significa la protección a otras
plantas más vulnerables a las condiciones climáticas adversas. En este
sentido, por ejemplo, cuando queremos eliminar un monocultivo de pino o
eucalipto para recuperar un bosque nativo, a veces es preferible dejar
algunos individuos para que den cobertura al suelo y protejan de las
condiciones adversas a las plantas nativas que queremos instalar. Estos
individuos de pino o eucalipto pueden ser eliminados cuidadosa y
paulatinamente en el tiempo, hasta desaparecer, permitiendo un mejor
establecimiento de la vegetación que deseamos y sirviendo como fuente de
ingreso (leña, madera) para las personas que realizan este proceso.
Respecto a las técnicas de conservación de suelos, es importante
aprender de los antiguos pueblos andinos, que fueron capaces de hacer
agricultura de montaña a través de técnicas muy sencillas pero efectivas
para la conservación del suelo, tales como las microterrazas, las
zanjas de infiltración, el arado en curva de nivel y el riego a través
de pequeños canales.
A
modo de conclusión, podemos señalar que es importante iniciar procesos
de restauración a pequeña escala, con los habitantes de los distintos
territorios y el apoyo de actores sociales que tienen conocimientos.
Esta es una forma efectiva de ejercer soberanía sobre la tierra y
devolverle la mano a los ecosistemas que sustentan nuestra vida. Por
otra parte, el rol educativo que cumplen estos procesos es relevante,
porque en la medida que se van implementando nos permiten enseñar a
otras personas, a través de la práctica, que es posible un modelo
alternativo al extractivismo y el monocultivo. Finalmente, debemos
entender que la única forma de alcanzar el bienestar es a través del
control territorial y las buenas prácticas, porque permite sostener los
sistemas de vida en el largo plazo y generar desarrollo local, basado en
los conocimientos y valores propios.
Figura
N°1: La formación de suelo es el resultado de la interacción entre roca
madre, vegetación y clima, que a través del tiempo (cientos a miles de
años) permite generar capas u horizontes de suelo. La vegetación
intercepta las lluvias y almacena el agua en el suelo. Los suelos son un
reservorio o “almacén” natural de agua.
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