(Radio Cubana).- Revolución y juventud deberían ser sinónimos, no por puro capricho
sino por la esencia misma de ambos vocablos, y porque resulta bastante
difícil imaginar la una sin la otra. Al menos para los cubanos es así,
pues el protagonismo de la juventud en los 54 años de Revolución es
innegable.
Fueron los jóvenes quienes asumieron el gran reto de alfabetizar en
apenas un año a los más de 2 800 hombres y mujeres que antes del 1ro. de
enero de 1959 vivían en la plena ignorancia. Fueron también ellos los
que estuvieron en primera fila cuando un grupo de mercenarios
imperialistas intentó banalmente doblegar por la fuerza a los cubanos.
Eran jóvenes aquellos que imbuidos por la tradición de lucha de su
pueblo fueron hasta tierras angolanas a acabar con el régimen del
apartheid.
La lista podría ser interminable, pero tal vez algún lector suspicaz
llegaría a pensar que es fácil hablar desde la distancia, más cuando los
tiempos de entonces no se asemejan en nada a los de ahora. Pero no por
gusto siempre se ha dicho que los jóvenes se parecen más a su época que a
sus padres.
Si bien es cierto que las batallas de la juventud de hoy son
pacíficas y hasta menos sacrificadas; vivir y persistir en una Cuba con
una situación económica y financiera difícil por las insuficiencias
internas, sobre todo en el sector productivo, bloqueada por la mayor
potencia del mundo (EE:UU), y en medio de una crisis económica global,
no parece poca cosa.
No se trata de reconocer a la juventud de ahora por el “esfuerzo
sobrehumano” que ha tenido que hacer para sobrevivir en una sociedad que
llegó a consumir más de lo que producía. Eso sería un completo absurdo;
lo que nadie podrá quitarle a estos jóvenes es ese deseo, esas ansias
de preservar su Revolución, aun cuando les ha tocado vivir los años más
complejos de ese auténtico proceso.
Y para nada es esa una exageración.
Quienes tienen hoy entre 18 y 30 años ni sufrieron el capitalismo en
carne propia como para renegar de él así no más, por honor a quienes
dieron lo más valioso de sí por su derrota; ni conocieron el “socialismo
abundante de los ´80”. Por el contrario, nacieron cuando en Cuba
estudiar casi más que un derecho es un deber, cuando una consulta médica
es parte de la rutina diaria de cualquier ciudadano; pero también
cuando ha sido inevitable importar la cultura mercantilista de otras
sociedades altamente industrializadas.
Sin embargo, los jóvenes de ahora tienen bien claro ese sentido del
deber histórico del que habla Fidel en su concepto de Revolución, y se
han creído bien en serio y no como una falsa consigna, eso de que el
futuro les pertenece; convencidos, claro, de que la única vía posible es
la del Socialismo, sin renegar la posibilidad de cambiar todo lo que
deba ser cambiado.
Basta ser parte de esa enorme masa para estar tan convencido de ello.
El actual proceso que hace poco más de un año vive Cuba, es una
muestra fehaciente de la alta responsabilidad que le toca a asumir a la
juventud de estos tiempos. Perfeccionar la economía cubana a partir de
políticas que de antaño eran insospechadas, como la ampliación del
trabajo por cuenta propia y por ende del sector no estatal, no
constituye únicamente una medida operativa, sino que también implica un
cambio de concepción.
Y allí los jóvenes, por esa capacidad de aceptar con más desprejuicio
que cualquiera una transformación, juegan un rol esencial: en
protagonizar el llamado de la dirección del país a cambiar mentalidades.
Porque, como diría el máximo líder de la Revolución Cubana:
“¿Qué juventud queremos? ¿Queremos, acaso, una juventud que
simplemente se concrete a oír y a repetir? ¡No! Queremos una juventud
que piense. ¿Una juventud, acaso, que sea revolucionaria por imitarnos a
nosotros? ¡No!, sino una juventud que aprenda por sí misma a ser
revolucionaria, una juventud que se convenza a sí misma, una juventud
que desarrolle plenamente su pensamiento”.
Ya ha hecho su entrada triunfal entre nosotros el 2013, y con él el
aniversario 54 de la epopeya redentora de aquel enero, esa que nació de
la rebeldía de jóvenes y a más de cinco décadas tiene en ellos a una
fuerza que es su principal protagonista. Juventud y Revolución más que
nada, son inseparables.
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