(ElCiudadano.cl).- América Latina y la tercera ola
emancipadora, escrito por el intelectual boliviano Hugo Moldiz, nos
invita a pensar la historia de este continente de manera distinta, a
recuperar el aporte de los pueblos indígenas en la lucha contra el orden
del capital y a redefinir el concepto de emancipación en las
condiciones del siglo XXI, en medio de una contraofensiva imperial.
Recién publicado por la editorial
latinoamericana Ocean Sur, este libro sale a la luz en un período
político en que América Latina se convierte —como dice el autor— en un
espacio de disputa entre la dominación imperial y la emancipación
nuestroamericana.
¿Cuál es el propósito de este libro?
Visibilizar lo que la historiografía
oficial ha ocultado: las grandes rebeliones indígenas contra la
presencia del invasor español, que deben ser explicadas a partir del
proyecto político emancipador de las diversas formas de control del
trabajo, impuestas por el capital en el desarrollo del carácter
universal que adquirió la formación económico social capitalista con la
«ocupación» del Abya Yala (nombre originario de América Latina); y la
aspiración subjetiva de emancipar a la naturaleza, cuyo saqueo de sus
recursos naturales en esta parte del mundo también llegó a formar parte
de la acumulación originaria.
Un conocimiento de nuestra historia nos
permite encontrar en la actualidad algunas claves en la manera de
pensar-sentir-actuar de los pueblos indígenas antes, durante y después
de la fundación de las repúblicas que alimentan nuestra lucha contra la
dictadura del capital.
¿Y por qué el concepto de emancipación?
Es un concepto más amplio al concepto de
independencia. El objetivo de la lucha contra el capital no solo es
conquistar la soberanía política y la independencia económica de
nuestros pueblos, sino emancipar a plenitud al ser humano y al planeta
de todas las formas de enajenación. De ahí que es importante
resignificar al concepto de emancipación de naturaleza humanista y
ampliarlo hacia un carácter más global y totalizante. El orden del
capital hoy amenaza la vida de sus dos fuentes de acumulación de
riqueza: al ser humano y a la naturaleza.
Entonces, la conquista de la
emancipación será el resultado de un proceso bastante largo, en el que
algunas veces se producen emancipaciones restringidas (revoluciones
políticas, por ejemplo) y otras emancipaciones amplias (la configuración
de una espacialidad distinta a la camisa de fuerza instalada por los
estados-nación. La emancipación será plena cuando hayamos superado todas
las formas de enajenación y en esa lucha se avanza, se retrocede, se
camina a distintos ritmos.
Considerando la necesidad de ver al
territorio como un espacio de disputa, una de las expresiones más altas
de la emancipación amplia será la construcción de un Estado
Plurinacional Nuestroamericano.
¿Y qué otro rasgo de esta nueva oleada podría destacar?
La convergencia de proyectos
emancipadores, tanto a nivel de las configuraciones estatales en su
sentido restringido (estados-nación) y de la potencial configuración
estatal en sentido amplio (estado continental plurinacional). Estamos
hablando del socialismo como quiera que se llame (del siglo XXI,
comunitario o a secas) y del Vivir Bien o Buen Vivir. Es la articulación
de maneras no absolutas de concebir la emancipación.
Una lectura y práctica unilaterales en
el pasado —ya sea de inclinación obrerista y otra indianista— ha sido
funcional a la estrategia de dominación del imperialismo y el
capitalismo. De lo que se trata es de articular los proyectos
emancipadores de los pueblos y de abandonar la idea de un solo sujeto
revolucionario ya sea étnico o clasista. El sujeto se construye en la
lucha y contra algo; en la época actual, contra las relaciones de poder
capitalista y contra el imperialismo.
¿Y en dónde estamos ahora?
América Latina es un espacio de disputa
entre dominación y emancipación. Después de casi dos siglos nos
encontramos en un momento histórico extraordinario. A pesar de la caída
del socialismo en Europa del Este y de un mundo unipolar regido por el
imperialismo más grande y poderoso que ha conocido la humanidad jamás,
hay una ola de rebeldía en los pueblos de América Latina que, sin
embargo, tiene distintos niveles y densidades. Hay países en los que la
insurgencia de los pueblos ha constituido gobiernos revolucionarios, y
hay otros en los que todavía se lucha desde el llano. Tampoco es un dato
menor la existencia de gobiernos progresistas.
Sin embargo, nada está asegurado.
Tenemos la condición de posibilidad de avanzar por el duro camino de la
emancipación, pero todos los días el imperialismo amenaza nuestras
conquistas.
También se están intentando otras formas de integración…
Así es. Pienso que en América Latina hay
un intento de construir nuevas instituciones que superen o disminuyan
el carácter imperial de otras, como es el caso de la OEA que, como fuera
denunciado por Raúl Roa García, considerado el Canciller de la Dignidad
de la Cuba socialista, es el Ministerio de Colonias de los Estados
Unidos. Es evidente que el ALBA ha jugado un papel de gran peso en esa
tarea. Sin ese motor —que es más importante por sus efectos en la
política internacional que por sus dinámica económico-comercial—, no
habría sido posible la creación de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Pero esa tarea en paralelo, de desmontar
los viejo y construir lo nuevo, se da en medio de grandes
contradicciones, de presiones temporales y enormes peligros. Las
condiciones de posibilidad de alcanzar nuestra emancipación se están
dando no solo desde las entrañas del capitalismo, sino de manera
paralela a su apuesta por resolver una de sus crisis más profundas.
Estados Unidos nunca desaprovechará la oportunidad para destruir
iniciativas como la CELAC o al menos de ponerla a su disposición.
¿Pero la crisis capitalista no juega a favor de los pueblos?
De todas las crisis, esta es la más
profunda. Por un lado, debido a su carácter multidimensional (económica,
alimentaria, energética, climática y moral) y, por otro, debido a su
imposibilidad de encontrar hasta ahora un camino de valorización del
capital.
Ahora bien, nada está asegurado.
Enfrentamos a un imperialismo poderoso y a un sistema de organización
capitalista de la vida social que tiene más de cinco siglos de
experiencia en el sometimiento de los pueblos, en el saqueo de los
recursos naturales y en su instalación en el imaginario social colectivo
de una forma tal que encubre su verdadero rostro y alimenta ilusiones
en la cotidianidad.