(Granma).- La necesidad imprescindible de la integración latinoamericana y caribeña
quedó manifiesta en la Declaración Conjunta emitida el 14 de diciembre
del 2004, durante la visita oficial del Presidente Hugo Chávez Frías a
Cuba
«Afirmamos que el principio cardinal que debe guiar el ALBA es la
solidaridad más amplia entre los pueblos de la América Latina y el
Caribe, que se sustenta en el pensamiento de Bolívar, Martí, Sucre,
O’Higgins, San Martín, Hidalgo, Petion, Morazán, Sandino y tantos otros
próceres, sin nacionalismos egoístas ni políticas nacionales
restrictivas que nieguen el objetivo de construir una Patria Grande en
la América Latina».
En estos términos sostenía la necesidad imprescindible de la
integración latinoamericana y caribeña, la Declaración Conjunta emitida
el 14 de diciembre del 2004, durante la visita oficial del Presidente
Hugo Chávez Frías a Cuba.1
Para los presidentes
latinoamericanos y caribeños que, en más de una década de gobiernos
progresistas en el continente cambiaron significativamente el escenario
de postración y miseria de la Patria Grande, sacaron de la miseria, la
insalubridad, el analfabetismo y el olvido a millones de personas,
estaba bien claro que solamente la unidad permitiría alcanzar el sueño
de una América realmente redimida, soberana y próspera.
Solo la unidad nos hará libres e independientes reclamaban Fidel,
Chávez, Evo, Kirchner, Correa, Raúl, Daniel y resonaba en todos los
escenarios el llamado de Bolívar: «Unámonos y seremos invencibles».
En estos años se impulsaron proyectos integracionistas como la
Unasur, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), la
Comunidad del Caribe (Caricom) y Petrocaribe, en pro del desarrollo y
la alianza en la región para la libertad económica.
Durante la Primera Cumbre de la Celac, realizada el 3 de diciembre
del 2011 en el teatro «Teresa Carreño» de Caracas, el entonces
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, General de
Ejército Raúl Castro Ruz, declaraba: «La Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños es nuestra obra más preciada.
Simbólicamente, consolida el concepto de una región unida y soberana,
comprometida con un destino común».
«Estamos ante una posibilidad histórica de convertirnos en
protagonistas del siglo XXI. Para eso necesitamos instrumentos
concretos, políticas y alianzas muy fuertes no solo en el campo de lo
económico, sino en lo político», se pronunciaba a su vez Cristina
Fernández de Kirchner.
Ese mismo día Hugo Chávez alertaba: «Yo estoy seguro que no nos van a
descarrilar, estoy seguro que hay descarriladores de oficio que se la
pasan todos los días pensando y actuando a ver cómo se arma una guerra
entre nosotros».
Nunca antes se trabajó tanto y tan bien, por la unidad, se avanzó en
muchas direcciones, incluso se vislumbró la posible unión política. La
vieja estructura balcanizadora comenzaba a derrumbarse a pesar de que,
el máximo común divisor, los EE. UU, actuaba con especial fuerza.
«Sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones
románticas del continente y por las islas dolorosos del mar, la semilla
de la América nueva».2
La gran tragedia de América Latina fue su fragmentación en múltiples
Estados débiles, sometidos a los imperios. De las provincias nacieron
repúblicas, mientras la oligarquía borraba toda huella de los
integracionistas, de Bolívar, de Sucre, de San Martín, de Morazán,
expulsados, fusilados, asesinados, excluidos, depuradas sus historias de
todo germen unificador «peligroso».
«Las oligarquías agrocomerciales de los puertos se imponían en
América Latina sobre las aspiraciones unificadoras de Bolívar», aliados
con Inglaterra y Estados Unidos «premiaron con un silencio sepulcral a
los hambrientos soldados de Ayacucho».3
En el Caribe caía en combate José Martí sin llegar a poner «alma a alma y mano a mano los pueblos de nuestra América».4
Cuba y Puerto Rico, frustrada la independencia por la intervención
yanqui en la gesta libertadora y por la posterior ocupación militar, no
lograban impedir a tiempo que Estados Unidos se extendiera por las
Antillas y cayera, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de
América.
Así fuimos, avergonzados de nuestro origen, «una máscara, con los
calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de
Norteamérica y la montera de España».5 Un mar de indios, negros, mestizos, blancos, sin tierra y sin destino, separados y enfrentados entre nos.
Heredamos de Portugal sus diferencias con España, diferencias
extendidas en el Brasil decimonónico y llevadas al XX en interés de las
grandes potencias, las islas fueron fronteras de diversos imperios
allende el mar, cada vez estábamos más lejos unos de otros. De posible
nación formidable pasamos a naciones inviables, pobres, dependientes, la
tierra que hizo temblar a los imperios europeos, que llegaron en su
temor y delirio a vislumbrar en el horizonte «las velas de Bolívar»,
cayó en manos de filibusteros como Walker y compañía.
LA SEGUNDA INDEPENDENCIA
Las nuevas naciones separadas, se convirtieron en abastecedoras de
materias primas y receptoras de mercancías elaboradas en los grandes
centros capitalistas del mundo. La versión europea de nuestra historia
se imponía en las aulas, la ideología bolivariana parecía extinguida.
Cada cierto tiempo la América de Bolívar montaba a caballo y
resplandecían los sables inmortales de Ayacucho, México con sus peones
tomaba las armas bajo el mando de Zapata y Villa, el campesino en armas,
representa en el México insurrecto la continuidad de los soldados
liberadores, como los hombres libres de Sandino o los rebeldes barbudos
de la Sierra.
La Revolución Cubana situó de nuevo el problema de la unidad en el
meridiano de América Latina, el gran poder había sido desafiado y el
ejemplo de Cuba le hacía gritar desaforado al imperio: ¡No más Cubas!
Comenzaba
el siglo XXI cuando Fidel, Chávez, Evo, Correa, Kirchner, y Lula,
declararon la segunda independencia, diferencias que parecían
insalvables se solucionaron por la voluntad de los pueblos, el Caribe
soslayado siempre, se acercó y blindó el sueño, todos se juntaron bajo
la bandera de la independencia, la unidad se hizo posible, Bolívar no
había arado en el mar.
América Latina ha comenzado a recuperar la memoria histórica, los
latinoamericanos y caribeños comprenden como nunca antes que tenemos una
patria común, hoy debemos enfrentar soberanamente nuestro destino, a
pesar de los descarriladores de siempre, la continuidad existe.
«A esa América Latina integrada y unida, Cuba está dispuesta a
pertenecer, a discutir con ella cualquier tema, e incluso a derramar su
sangre defendiendo lo que es hoy la primera trinchera de la
independencia y soberanía de nuestros pueblos... Ha llegado el momento
de cumplir con hechos y no con palabras la voluntad de quienes soñaron
un día para nuestros pueblos una gran patria común que fuese acreedora
al respeto y al reconocimiento universal».6
1 En ocasión del X aniversario de su primer viaje al país caribeño.
2 Ensayo Nuestra América publicado en la Revista Ilustrada
de Nueva York, el 10 de enero de 1891 y en El Partido Liberal de México
el 30 de enero de 1891.
3 Ramos, Jorge Abelardo. Historia de la Nación Latinoamericana. Ediciones Continente, Buenos Aires, Argentina. 2011, p.22.
4 Fragmento de un artículo publicado en la revista La América de Nueva York en octubre de 1883.
5 Ensayo Nuestra América publicado en la Revista Ilustrada
de Nueva York, el 10 de enero de 1891 y en «El Partido Liberal» de
México el 30 de enero de 1891.
6 Discurso de Fidel Castro en la sesión inaugural de la
Primera Cumbre Iberoamericana, efectuada en Guadalajara, México, el 18
de julio de 1991.
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