Por Homar Garcés (Aporrea).- Tanto revolucionarios como chavistas progresistas tienen ante sí el reto
de protagonizar un gran esfuerzo unitario y de una creatividad
revolucionaria en todo momento, de manera que se asegure -en una primera
instancia- el triunfo categórico de Hugo Chávez el 7 de octubre,
contando para ello con la participación masiva y decisiva de los
diferentes frentes y movimientos populares que respaldan la propuesta
del socialismo bolivariano en Venezuela. En tal sentido, es fundamental
oponer a los antivalores promovidos por la oposición como fórmula
electoral, disfrazados éstos como “progreso para todos”, aquellos
valores democráticos esenciales que han sido parte por largo tiempo de
las aspiraciones del pueblo venezolano y están insertados como elementos
característicos del socialismo revolucionario a construir, consolidar y
profundizar, de modo que ellos no sean sencillamente de un sueño o de
un discurso bonito.
Esto impulsa a plantearse unos nuevos escenarios políticos, culturales,
económicos y sociales bajo el contexto del socialismo revolucionario,
derivados un porcentaje importante de ellos de la reflexión y el
cumplimiento de los cinco objetivos históricos delineados por Hugo
Chávez, con lo que la refundación de la patria venezolana será un hecho
irreversible, tal como está trazada en la Constitución Bolivariana
vigente. De ahí que la contienda electoral actual revista algo más que
la búsqueda de votos, representando ella una coyuntura trascendental
para la vida de venezolanas y venezolanos, al contraponer la candidatura
socialista y soberana de Chávez a la candidatura capitalista y
dependiente representada por Capriles Radonski. Bajo tal perspectiva,
revolucionarios y chavistas progresistas han de entender que, sin
Chávez, ninguna candidatura local o regional tendrá vida, siendo su
principal deber histórico hacer la revolución socialista bolivariana
junto con las fuerzas populares, sin concesiones a los sectores de
derecha endógenos y exógenos que amenazan la continuidad este proceso
inicial de cambios.
De esta manera, revolucionarios y chavistas progresistas estarán en
mejor disposición de sumarse activamente a un proyecto político
revolucionario común que aglutine a todas las fuerzas políticas y
sociales que defienden el proyecto revolucionario bolivariano, teniendo
en cuenta la particularidad de cada una de ellas y creando entre todas
una ética socialista que tenga una influencia decisiva en la
transformación efectiva de las estructuras burguesas del actual Estado
venezolano, dándosele el lugar relevante que le corresponde al poder
popular. Ello, sin caer en los tradicionales sectarismos partidistas ni
en los esquemas “cuartorrepublicanos” que en nada han contribuido a
elevar el nivel de movilización, de conciencia y de organización
revolucionaria que requieren los sectores populares, siendo estos dos
elementos -por consiguiente- la causa principal del lento avance del
proceso revolucionario bolivariano en la construcción de la sociedad de
nuevo tipo que emergería de los cambios revolucionarios logrados.-
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